[ad_1]
Los personajes:
Carina y Elvio, matrimonio desde hace diecinueve años, sin hijos.
Elvio es un buen empleado de una inmobiliaria, desde hace ya más de veinte años. Un hombre de unos cuarenta y tantos, prolijo, cuidadoso con su apariencia, metódico y riguroso en cuanto a los horarios y los tiempos.
Carina tiene más o menos la misma edad. Hasta hace algunos meses dedicó su vida a complacer y atender a su marido. Pero la situación económica del último tiempo, hizo que renaciera el espíritu artístico que habitaba en ella desde muy pequeña. Su amor por la pintura comenzó a trazar una nueva curva en su rutinaria vida.
El ambiente
Un living amplio. Familia de clase media. Hay una mesa bastante grande, con cuatro sillas, algún mueble del mismo estilo, un equipo de música con varios CDs. A la derecha de la escena dos caballetes con bastidores de lienzo, uno pequeño con una imagen campestre casi terminada de pintar, y otro más grande con una imagen que pretende parecerse a la pintura de David: “La Muerte de Marat”. Semicubierto con una tela blanca, el cuadro muestra que aún falta mucho para culminarse, y que, además, dista bastante de parecerse a la pintura original. Sobre una pequeña mesa redonda, potes de pinturas, pinceles, lápices, vasos y otros elementos; varios bastidores apoyados a la pared.
Primer cuadro
Elvio está tomando sus seis sagrados mates antes de marchar a su trabajo. Desde su notebook, puede escucharse la voz de José Mujica en un parlamento al que Elvio se sobrepone repitiendo exactamente las palabras del ex presidente uruguayo. Desde otra habitación se escucha el canto del jilguero “Marito”, poniéndole música a las voces de Elvio y Mujica. ELVIO-MUJICA: “…o logras ser feliz con poco, y liviano de equipaje, porque la felicidad está dentro tuyo, o no logras nada. Esto no es una apología de la pobreza, esto es una apología de la sobriedad. Pero como hemos inventado una sociedad de consumo, consumista, y la economía tiene que crecer, porque si no crece es una tragedia, inventamos una montaña de consumos superfluos, y hay que tirar y vivir comprando y tirando, y lo que estamos gastando es tiempo de vida. Porque cuando yo compro algo… o tu, no lo compras con plata, lo compras con el tiempo de vida que tuviste que gastar para tener esa plata… pero con una diferencia: la única cosa que no se puede comprar es la vida. La vida se gasta. Y es miserable gastar la vida, para perder libertad”.
ELVIO: En diálogo con el jilguero. ¡Vamos Marito! ¡Canta! ¡No pares de cantar! ¿Que sería de esta casa sin ti Marito? Sin tu canto de cada mañana. Vamos viejo, ¡canta! Toma un mate. Si tu has nacido para cantar. Para hacerle alegres las mañanas a la gente. ¿O no? Pausa. ¿Mira si yo pudiera cantar como tú? Despertar y comenzar la mañana cantando. ¡Sería feliz! Escucha el canto de Marito. ¿Eh? Si, por supuesto, soy feliz, pero siempre se puede ser más feliz. Canta la canción de Andres Calamaro “Flaca”. Flaca, no me claves, tus puñales, por la espalda, tan profundo, no me duele, no me hace mal. Lejos, en el centro, de la tierra, las raíces, del amor, donde estaban, quedarán. Si, ya sé que canto fiero. Tampoco te creas que eres Pavarotti ¡eh! Pero, en serio Marito, que feliz sería yo viviendo tu vida. Sin tanto despelote en la cabeza, ¿viste? No sabes lo feo que es, Marito. Te pican la sesera… uno está durmiendo tranquilo y ellos no descansan… dale que dale… ¡una máquina pica sesos son! Toma un mate. Me perdí. No me acuerdo que mate es este: el cuarto o el quinto… el cuarto. Apaga y cierra la Notebook. Pero bueno… no tengo tu suerte. ¿Eh? Escucha al jilguero. Ah, si es verdad. Bueno viejo, la felicidad tiene un límite para tí también, ¡che! ¿A quién no le gustaría volar? Volar y volar… bien lejos. Ir y volver. Una y otra vez. Toma un mate. Deberías estar agradecido de la casa que te tocó. Ríe. ¡No, la jaula no! Me refiero a esta casa. A este… hogar. ¿No me vas a decir que no está piola? Nadie te jode… no hay pibes que rompan el clima que a ti te gusta… comes, duermes y cantas… la perfecta vida del holgazán. Piensa. ¿Sabes qué? No sé si me gustaría ser como tú. No tolero la holgazanería. Me gusta la lucha… el trabajo… ganarme lo que tengo. Tengo poco sí, pero es mío Marito. ¿Entiendes?, lo poquito que tengo es mío. Bueno, mío y de Cari, obvio. Porque todo lo hicimos juntos, codo a codo. Veinte años metiéndole juntos. Toma un mate. Yo en mi trabajo, nueve horas, todos los días. Hay que estar nueve horitas entre papeles. ¿Sabes la pila de contratos y boletos que han pasado por mis manos en todos estos años, Marito? ¡Qué vas a saber! Ni yo lo sé. Con decirte que no tengo ni idea de la cantidad de inmuebles que vendimos en tantos años. ¿Estaría bueno hacer como un balance no? Pero… ¿Para qué? Para nada. No serviría de nada. Pausa. Ahora se vende menos. ¿Viste que ahora los gobiernos encuentran un terreno vacío y hacen un barrio? Y claro, es una forma elegante de mentir y comprar adeptos. Escucha a Marito. ¿Cómo que no entiendes? Es clarito, Marito: a la clase media la dejan contenta con una casita barata, y mientras tanto los negocios millonarios los hacen los oligarcas de siempre. Por eso el mundo está como está. ¿No te parece? Mira lo que te digo Marito: en este planeta si tienes mucha plata, pero mucha eh! ¿Sabes qué? Tienes el cincuenta y uno por ciento de posibilidades de tener el doble a corto plazo, y si no tienes plata, o sea eres pobre, tienes el cincuenta y uno por ciento de posibilidades de tener cada día menos. Ríe. ¿Me entiendes la lógica que te canto? Y bueno, es ley Marito. Pero hay una cosa que “eleva” a los tontos como nosotros, los de medio pelo para abajo, ¿Sabes qué? Que nos consolamos con frases como: “la plata no hace la felicidad”, “pobre, pero honrado”, “no tenemos dinero pero tenemos un hogar con mucho amor”. Escucha al jilguero. Si, dale, tu canta Marito, canta. Pausa. Pero igual se gana más eh! Créeme que es así. Si, si, Rostalgini y Asociados, factura más que nunca. ¿Eh? Ríe. ¿Tú dices…? Y sí. Hacen fortuna. Estos no son oligarcas pero la juntan con palas. Te cuento la última: hace un par de semanas cerramos un contrato espectacular: una torre completa para vender en Punta del Este. Veintiséis pisos. Imaginate. ¿Eh? ¡No, yo no! Si sabes que tengo un sueldo y una comisión mínima dentro del país nomás, de Uruguay no agarro un peso. De la calle aparece Carina. Viste atractiva. Dentro de un sobre-bolsa de tela gigante trae dos de sus pinturas, que deja en un lugar junto a otras.
CARINA: Exaltada, agotada. Puedes creer que agarré una movilización de ida y de vuelta. ¡Qué desastre, por favor!
ELVIO: Se acerca y la besa. ¡Hola!
CARINA: ¡Hola amor! ¡Perdón! Es que venía con bronca y encima se me cruzan todos estos tipos a los gritos… me alteraron más.
ELVIO: …y… ¿Por qué venías con bronca?
CARINA: Nada, nada, malos entendidos. Según Conteland, me había citado para mañana, y yo entendí que era hoy. Por lo tanto fui hasta allá y no estaba. Llamé a la secretaria, y me salió con eso. Me tenía en agenda para mañana. O sea que me quedé sin argumentos. ¿Me das un mate?
ELVIO: Si vida. Yo ya me tomé los seis, conversando con Marito. Le da un mate. ¿Y tienes que volver mañana?
CARINA: Claro.
ELVIO: Cóbraselo más caro entonces. ¿Ya le has dicho el precio?
CARINA: No, primero tiene que ver las pinturas, y si le interesan vemos.
ELVIO: Está bien, pero ¿Cuándo le dices el precio?
CARINA: No entiendes Elvio, si al tipo le interesan me hace una oferta y yo decido vendérselos o no, siempre es así.
ELVIO: O sea que: ¿el precio lo pone él?
CARINA: Lo concensuamos…
ELVIO: Gritando al jilguero. ¡Que te dije Marito! ¡Has visto que tengo razón! Los tipos, como tienen plata, le ponen precio a tu trabajo. A Carina. Y tú, Cari, te has pasado horas y horas pintando, pero como necesitas el dinero “para vivir”, agachas la cabeza y agarras lo que venga.
CARINA: Elvio, en primer lugar, yo no voy a agarrar lo que venga, veré si me conviene…
ELVIO: Pero mi vida, sabes perfectamente, que lo que te ofrezca lo vas a agarrar.
CARINA: Y… ¿por qué sabes eso tú?
ELVIO: Es una realidad que la vivo día a día, Cari.
CARINA: Claro, piensas que porque soy mujer no puedo discutir el precio de mis pinturas.
ELVIO: ¡No! No es porque eres mujer, ¡no! ¡No tiene nada que ver!
CARINA: ¿Y qué es lo que tiene que ver? Crispada. ¿Cuál es la realidad que vives día a día? ¿Qué es lo que quieres decir? ¿Que en la inmobiliaria siempre que negocias con una mujer terminas ganando tú? No te entiendo. ¡Explícame por favor!
ELVIO: Se altera de golpe y grita. ¡Conteland tiene mucha plata Cari! ¡Esa es la realidad! Eso es lo que parece que no puedes ver.
CARINA: ¿Sabes qué es lo que no entiendo? No entiendo cual es el problema que tienes con la gente que tiene dinero.
ELVIO: No es solo dinero. ¡Es poder!
CARINA: ¿Poder? ¿Qué dices? Son cosas diferentes. Una persona que tiene dinero no necesariamente tiene poder. Y mucho menos autoridad para hacer lo que le cante con las demás personas.
ELVIO: Calmando. Seamos realistas Cari.
CARINA: Trato de ser realista. Salgo a la calle y camino. Observo. Hablo con mucha gente. Observo. Me gusta nutrirme de lo que se ve en la calle, en la sociedad. Me sirve como artista.
ELVIO: Si, ya noté que desde que empezaste otra vez con las pinturas, andas bastante en la calle.
CARINA: ¿Qué quieres decir?
ELVIO: Eso, que últimamente sales bastante, nada más. Eres artista.
CARINA: Elvio, durante quince años estuve prácticamente encerrada en esta casa, de lo cual no reniego. Ambos sabemos que nuestro objetivo era formar una gran familia… y el destino no quiso.
ELVIO: No, no, no hablemos de ese tema.
CARINA: Si, ¿Porqué no? Fue un sueño hermoso que no se pudo cumplir, pero no debe ser un tema del cual no podamos hablar. Lo intentamos durante muchos años y bueno… ya está…
ELVIO: No es: “ya está”, Cari, ¡no! No está bien resignarse fácilmente.
CARINA: ¿Te piensas que yo me resigné fácilmente? Por favor, Elvio. ¿Te olvidas de los momentos que pasé tantas veces?
ELVIO: ¡No! ¿Cómo me voy a olvidar? ¡No! Lo que pasa es que mi cabeza me traiciona siempre con ese tema. Perdóname. Por eso no quiero hablar. A veces me siento culpable…
CARINA: Se acerca y lo abraza. A mi también me pasa, no creas que es sencillo para mí. Pero tenemos que reprogramar de algún modo nuestra vida. No sirve de nada seguir con discusiones sobre el tema. Respira profundo, se acerca y observa la pintura campestre. Debiéramos buscar nuevos sueños, juntos. Nuevas metas, objetivos.
ELVIO: Seguramente es así. Y, de verdad, me hace feliz que hayas vuelto a pintar y a hacer lo que te gusta.
CARINA: Yo sé que en algún punto eso te ha molestado. No soy tonta. El hecho de que después de tantos años de ser la esposa perfecta, haya decidido salir a vender mis pinturas, a tratar con gente desconocida, de otro ambiente, entiendo perfectamente que pueda llegar a molestarte.
ELVIO: ¡No! ¡Molestarme no!
CARINA: Con tierna ironía. Ah ¿no? ¿Seguro? No me enoja que te sientas molesto, es lógico.
ELVIO: No, no me molesta. Algunas cositas, pero no vale la pena, tienes razón.
CARINA: ¿Cositas? ¿Cuáles?
ELVIO: No importa.
CARINA: Si que importa. A mí sí me importa. Es probable que esté haciendo algo que no te guste y que pueda cambiar.
ELVIO: Son pavadas. Locuras mías.
CARINA: ¿Por ejemplo?
ELVIO: Bueno… por ejemplo que… ay no, Cari, basta de esto. Hasta me da vergüenza hablar de estas cosas contigo. Carina en silencio va hasta el equipo de música y pone una música romántica. Vuelve hacia Elvio, lo toma de las manos.
ELVIO: Buen tema.
CARINA: Ahora decime qué actitud te molesta de mí.
ELVIO: Bueno, no es para tanto tampoco. Es una tontera… pero por ejemplo que vayas a hablar con esa gente… vestida así.
CARINA: Sorprendida se observa a sí misma. ¿Qué? ¿En serio? ¿Qué tiene de malo esta ropa?
ELVIO: No, nada. Al contrario. ¿Qué va a tener de malo la ropa? Es hermosa.
CARINA: No entiendo entonces.
ELVIO: Ay Cari, no te hagas la ingenua. Es provocativo vestirse así para ir a vender un cuadro.
CARINA: ¿Tú piensas que yo me visto así para provocar?
ELVIO: ¡No! ¡Claro que tú no quieres provocar a nadie! No digo eso. Pero bueno… has visto como es la gente, y esos tipos… ellos pueden pensar… Carina se aleja con cierto enojo. Se acerca a la pintura de “Marat”, la observa corriendo la tela que la cubre, tras un instante la vuelve a cubrir. Elvio se acerca a ella y tomándola de los hombros la hace girar e intenta besarla. Carina se separa y se aleja.
CARINA: Que piensen lo que quieran. Me visto así porque siempre lo hice…
ELVIO: No, Cari, antes no te vestías tan…
CARINA: ¿Tan qué? La pregunta fue un martillazo al cual Elvio temió responder. Por unos segundos se sintió descolocado e incapaz de encontrar una respuesta adecuada. Carina insistió.
CARINA: ¿Tan qué? Entonces Elvio sintió que debía cambiar el tono a la situación.
ELVIO: Bueno… eso… tan así… tan… tan linda. Como siempre me cuesta verte así, se mezclan los sentimientos… ¡Estás muy linda!
CARINA: Tienes razón, pasaron unos cuantos años en los que me descuidé bastante… pero de chiquita me gustó ponerme linda, como a la mayoría de las chicas… y mujeres. Va hacia el reproductor y sube el volumen. Bailemos.
ELVIO: Sorprendido. ¿Qué? Hace años que no bailamos… me tengo que ir.
CARINA: Un baile no lleva más de cuatro o cinco minutos. Así que, bailemos. Comienzan a bailar, y Carina se muestra muy sensual. Una de las tantas cosas que dejamos de hacer. Y es tan lindo. ¿Verdad?
ELVIO: Siempre fui un desastre para el baile. Pausa. Me recuerda a la primera vez.
CARINA: ¿La primera vez?
ELVIO: Si, la primera vez que bailamos.
CARINA: Te invité yo.
ELVIO: ¡Si, que cara dura! Ríe. Cuando te ví venir hacia mí tan decidida, quería que me tragara la tierra.
CARINA: Hacía cinco sábados que nos mirábamos toda la noche y nunca me invitabas a bailar.
ELVIO: Si, mi timidez. Recuerda. ¡El olor a alcohol que tenías esa noche!
CARINA: Ay, ¡no! ¡No me hagas acordar! ¡Qué vergüenza! Bueno, pero me tomé dos whiskies solo para animarme a avanzar. En realidad, me los hicieron tomar mis amigas. Para darme coraje.
ELVIO: Riendo. Fue un momento de confusión total.
CARINA: Y si, me imagino. ¡Una desilusión terrible!
ELVIO: Mas o menos. Era muy gracioso, porque estaba feliz pero raro.
CARINA: ¿Raro? Ríe. ¡Tu cara quería escapar! Yo intentaba hablarte cerquita y me dabas vuelta la cara. Después me he dado cuenta de que era por el olor a alcohol que tenía. ¡Que papelón! Ni siquiera podía coordinar las palabras. Entre los nervios y el whisky, temblaba y reía como una tarada. Al otro día morí de vergüenza.
ELVIO: Bueno, pero gracias a esos dos whiskies comenzó esta historia. Abraza y levanta efusivamente a Carina. Y estoy feliz de que así haya sido. Le agradezco a la vida el haberte conocido.
CARINA: Y al whisky agradécele también.
ELVIO: ¡Es verdad! Si no fuese por esos dos vasos de whisky, tal vez nunca hubieses sido mía.
CARINA: Después de una mirada y un silencio inquieto. ¿Me consideras tuya?
ELVIO: ¿Cómo?
CARINA: Eso: ¿si crees que soy tuya?
ELVIO: Nervioso. Y… si. Se entiende que eres mía. ¿O no?
CARINA: ¿De tu propiedad?
ELVIO: Bueno Cari, no eres un mueble. Sabes que te amo desde que nos conocimos y desde ese momento te quise hacer mía… es decir, que fueras solo para mí… como yo para vos. ¿O no es así?
CARINA: Yo te amo también, y mucho. Es solo que últimamente… no sé, te noto inseguro en nuestra relación. Y tampoco quiero ser algo de tu propiedad. Quiero que me aceptes tal cual soy hoy: diferente. Algunas cosas cambiaron, y soy feliz por eso. Salí al mundo después de muchos años en los que olvidé hacer lo que más amo. Me desconecté de aquella Carina que disfrutaba de imaginar una obra, y hoy he recuperado esa artista que a veces extrañé tanto. Quisiera que simplemente me acompañes, y me dejes ser quien quiero ser.
ELVIO: Claro que te acompaño. En ningún momento pensé en privarte de hacer lo que te gusta. Es solo que me cuesta sentirte algo distante.
CARINA: No estoy distante, estoy haciendo otra vida, solo eso.
ELVIO: Bueno, pero podrías reconocer que si algo cambió… también cambió tu relación conmigo. ¿O acaso no estás más tiempo con esas pinturas que conmigo?
CARINA: ¡Amor! No comparemos una cosa con la otra. ¿Qué importa el tiempo que paso pintando? ¿O acaso tu no pasas más tiempo en la oficina que en esta casa? Eso no tiene nada que ver. Elvio siente una molestia en su pierna derecha. Carina lo observa.
CARINA: ¿Cómo has dormido anoche? ELVIO: Mal. No encuentro una posición. Parece que cuando me acuesto el dolor se hace más intenso.
CARINA: El turno es mañana. Veremos que te dice. Elvio toma su notebook, el portafolios y se despide.
ELVIO: Nos vemos a la tarde. Carina lo despide. Elvio sale y Carina se prepara para pintar. Se coloca su chaquetilla, prepara las pinturas. Oscuro Segundo Cuadro Un tiempo después. Es de noche. Carina trabaja en su pintura “La Muerte de Marat”. Aquella de una imagen campestre ya no está, lo que hace suponer que ha sido terminada. Desde el reproductor brota una música agradable. Da unas pinceladas y se aleja para observar mejor. Junto a sus pinturas tiene una copa de vino y de tanto en tanto, bebe un trago. Es evidente que disfruta mucho de la pintura, la música y el vino. Cada tanto se oye el canto del jilguero. Al rato, de interior, aparece Elvio, que camina ayudado con un bastón. Su andar es lento, y su dolor, en el costado derecho de la cadera, parece intenso. Observa a Carina un instante.
ELVIO: Voy a quedar sordo. CARINA: ¿Qué? ELVIO: Que voy a quedar sordo.
CARINA: ¿Qué dices? ¿De qué estás hablando?
ELVIO: Esta cosa de a poquito va a ir comiéndome todo. Primero va a dejarme sordo, después ciego, y en poco tiempo me manda al tacho.
CARINA: Pero… ¿Estás mal de la cabeza?
ELVIO: Enérgico. ¡Y claro que estoy mal de la cabeza! ¿O acaso no te has dado cuenta? ¿Cómo pretendes que no esté mal de la cabeza? ¡Me explota, Carina!
CARINA: Porque piensas demasiado, y no escuchas lo que el médico te ha dicho. Fue muy claro: la enfermedad solo afecta a un solo hueso. ELVIO: Y tu le crees…
CARINA: Y cómo no… ¿Por qué no debería creerle? Es médico y sabe lo que dice. Es especialista.
ELVIO: ¡Especialista! ¿Sabes las barbaridades que han dicho algunos especialistas? Carina, en todo momento, prestará mayor atención a su pintura que a Elvio.
CARINA: No puedes desconfiar de todo el mundo, Elvio. Un médico no te miente, por doloroso que sea, te dice la verdad. Y te lo ha dicho: esa enfermedad…, Paget, se controla, y generalmente ataca en un solo lugar. A ti no te afectó en la cabeza como para dejarte sordo o ciego. Pausa ELVIO: ¿Te acuerdas de mi papá? ¿Te acuerdas de qué murió?
CARINA: Cáncer en los huesos. Pero lo tuyo es otra cosa.
ELVIO: ¡Es lo mismo! Te la dibujan. “Es una enfermedad leve, solo ataca a un hueso, que se deforma y crece demasiado”. ¿Quién les cree? Pero claro: no te quieren decir que te vas a morir como un perro… sufriendo como mi padre… a los gritos tirado en una cama.
CARINA: Enfrentándolo. ¿Y si le sacas un poco de dramatismo? ¿Y si cambias un poco tu escepticismo y dejas que la vida te sorprenda un poco más? Quien te dice que tal vez tenga algunas cosas lindas para que disfrutes.
ELVIO: Ah ¿si? ¿Cómo cuales? Irónico. Si, ya sé: debería disfrutar de ese momento tan “peculiar, exótico y deleitable” en que una mujer con cara de “no es mi culpa”, introduce en mi trasero un líquido tan espeso como su aliento, diciendo con voz “dulce”: “Es calcitonina pura, molesta, pero muy efectiva”. Y tú al lado mío viendo como se me frunce el trasero, porque sabes que tengo fobia a las inyecciones.
CARINA: ¿Preferirías estar solo? Porque lo único que intento hacer es acompañarte en esos momentos en que sé que la pasas mal. Pausa. Elvio se asoma a la puerta que da al patio donde está el jilguero.
ELVIO: ¿Le has cambiado el agua a Marito?
CARINA: Si. El pobre pájaro canta cada día menos. Le has contagiado tu mal humor.
ELVIO: Amenazante. ¿Cuántas veces debo decirte que no lo llames pájaro? Es un “jilguero”, y se llama Marito… y tiene ocho años. No es mal humor, es su edad que hace que ya no cante tanto. Gritando al jilguero. ¡Es una ventaja la tuya Marito! Te va llegando la hora y tú ya lo sabes. Por eso te vas preparando. Te vas relajando ¿no? ¡Te admiro Marito! Me gusta como te vas entregando en silencio, y en calma. En cambio, yo no puedo relajarme che. No me da el cuero. Es raro… porque yo también sé que esta cosa me va llevando al mismo destino que el tuyo… pero soy humano, no soy un jilguero, y los humanos no sabemos prepararnos… no nos gusta una mierda la idea de la muerte… somos débiles… nos creemos eternos. No nos damos cuenta que en este mundo lo único importante es que estamos “gastando el tiempo” como diría el Pepe, “la única cosa que no podemos comprar, es la vida”. ¡Somos miserables, Marito!
CARINA: Basta Elvio. ¡Por favor! Pareces un chico. Ya me está costando demasiado esta cosa de todos los días.
ELVIO: Golpea el bastón con fuerza contra el piso. ¡Pero no seas hipócrita, por favor! ¿Qué estás diciendo? ¡El único que está padeciendo en esta casa soy yo! Hace dos meses que no puedo trabajar. Seis meses que no puedo conciliar el sueño por tres horas seguidas. ¿Entiendes? ¡Tres horas! ¿Tienes idea de lo que significa no dormir tres horas de corrido? ¡No! ¡No tienes la menor idea! ¡Porque tú eres feliz! Con tu pincel, una botella de vino y una musiquita… ¡Listo!
CARINA: Apaga el reproductor. ¿Y qué pretendes que haga? ¿Quieres que salga a la calle? ¿Qué vaya a trabajar en otra cosa? Disfruto de mis pinturas. Pero ello, también me permite estar cerca tuyo, para cuidarte, y para que no estés solo.
ELVIO: Se enoja. ¿Para que te quiero cerca mío? ¡Si ni siquiera me tocas! A veces siento celos de esos cuadros malditos, que reciben más caricias de tus manos que mi reseca piel. ¡Me hacen daño! ¡Me hacen sentir que estoy pudriendo por dentro y por fuera!
CARINA: Lo enfrenta gritando. ¡No hables así! ¡Son mis pinturas!
ELVIO: La ataca con el bastón en alto y Carina se ataja con las manos. ¡No me grites más! ¡No soporto que levantes la voz! Elvio se desploma contra una silla evitando caer al piso. Carina intenta sostenerlo. Logra sentarlo. El está muy nervioso. Ella está dolida y rompe en llanto.
CARINA: ¡Son mis sentimientos! Si te dieras cuenta que todo mi amor está puesto en cada pintura. En cada pincelada escapa algo de mi sentimiento. ¿O piensas que no me duele todo lo que te está sucediendo? Sí que duele, y mucho. Me destroza por dentro verte en la cama buscando una posición más cómoda, dando vueltas y vueltas. Siento tus quejidos y lloro. Porque no puedo hacer otra cosa.
ELVIO: Si puedes. Pero no lo sientes. Podrías abrazarme, hacerme una caricia, besarme. Pausa. Grita con dolor. ¡Pero las caricias y los besos no son para mí!
CARINA: Reacciona. ¿Qué quieres decir?
ELVIO: Es muy obvio.
CARINA: No puedes seguir con la misma historia de todos los días.
ELVIO: ¡No es mi historia! ¡Es la tuya! ¡Es tu indiferencia! ¡Es lo que haces cada día! Pausa. ¡Ya me cuesta dormir cerca tuyo! Lo único que siento es el olor a esas porquerías. Juraría que puedo reconocer el olor de cada uno de los colores… Pero a veces, hay olores que no puedo distinguir, y entonces me doy cuenta que vienen de otro lado, se te han impregnado en otro lugar, tal vez en otra cama. Y es por eso que en ese momento te aborrezco y luego me arrepiento.
CARINA: No, Elvio, no me aborreces, simplemente me golpeas, y después te arrepientes, o dices que te arrepientes.
ELVIO: Es un impulso. No quiero hacerlo.
CARINA: Eso me duele más. Siempre es un impulso, nunca fue tu intención. Como si tus impulsos fuesen generados por una especie de fuerza energética ajena a ti. Que digas eso me causa más dolor. Si te hicieras cargo al menos sabría con quien estoy viviendo. Pero desde hace tiempo ya no sé quién eres.
ELVIO: ¡Ah! ¿Resulta que tampoco sabes quién soy? ¿Quieres que te cuente quién soy? Te cuento: soy el mismo tipo que soñó junto a ti formar una familia. El mismo que hace un tiempo salía a la calle a trabajar y era un tipo digno. El mismo que abrazabas y besabas cuando entraba por esa puerta. El mismo que se acostaba a tu lado y sentía tu calor, tus caricias, tus besos… ¡el mismo de siempre soy! Aunque tú no puedas verme ¡soy el mismo de siempre!
CARINA: Ni tu ni yo somos los mismos de antes.
ELVIO: ¿Antes de qué? CARINA: ¡Antes, Elvio! De hace años…
ELVIO: ¿Te das cuenta? Sin querer vas reconociendo la realidad. De a poco te vas sacando la venda. ¡Claro que soy distinto! ¡Si apenas puedo caminar! ¿Que digo caminar? ¡Moverme! Apenas puedo moverme dentro de las paredes de esta casa. ¿Te piensas que no me doy cuenta de que hace rato no puedo hacerte feliz?
CARINA: ¡Por favor Elvio! En primer lugar, si estás dentro de esta casa es porque no quieres ir a ningún lado. Mil veces te he pedido de salir a caminar juntos. A una plaza, a un parque… pero ¡no! prefieres quedarte aquí, encerrado.
ELVIO: ¿Crees que yo puedo disfrutar de una caminata al aire libre con este dolor? ¿Te parece que puedo sentirme bien con la gente mirándome con lástima? Abrazándome a ti para no caerme.
CARINA: Hace algún tiempo, no te costaba tanto caminar y sin embargo tampoco querías. Elegiste vivir aquí, solo, con… Marito… ni siquiera conmigo… si tan solo te permitieras disfrutar de los momentos en que estamos juntos…
ELVIO: Hace tiempo que no puedo disfrutar ni siquiera de los hermosos seis mates que tomo cada mañana. ¡Esto! Señalando su pierna. ¡Duele! ¿Entiendes? Pero ¡Este! Señalando su corazón. ¡Duele mucho más! ¡Y no hay pastillitas para él! ¡Cuando lo lastimas… listo! ¡No lo curas más!
CARINA: Estalla en bronca. ¡Por favor, Elvio! ¡Acaba de una vez con toda tu paranoia! ¿Cómo puede ser que no pares un minuto de pensar tanta historia insólita?
ELVIO: ¿Insólita? ¿Qué es lo insólito? ¡Insólito es que todos tus hermosos cuadros te los compre un solo tipo! Es muy increíble eso ¿No?
CARINA: Te lo he dicho un millón de veces: Conteland compra mis pinturas para venderlas.
ELVIO: Y ¿Porqué rayos no los puedes vender vos por tu cuenta?
CARINA: Ya lo sabes. No voy a explicártelo de nuevo. Me cansa.
ELVIO: ¿Te cansa? Con su bastón alcanza a tirar de la mesita alguna de las pinturas. ¡A mi también me cansa toda esta porquería! Carina ya no soporta la situación. CARINA: Está claro que no podrás entender lo que significa esto para mí.
ELVIO: Y cuéntame… explícame el significado de todo esto para ti. ¿Cuánto hace que estás pintando eso? ¿A quién diablos puede interesarle la vida y la muerte del francés ese?
CARINA: A mí…
ELVIO: Enérgico. ¡Pero tú pintas para vender! ¿O no? ¿No decís que pintas para vender? ¿Quién te puede comprar eso? Una imagen de mierda.
CARINA: ¿Te parece una imagen de mierda?
ELVIO: ¡Y claro! Un tipo desangrándose, es una imagen de mierda. ¿Quién va a colgar eso en su casa?
CARINA: Esta imagen de mierda, es un símbolo de una revolución. No el tipo desangrándose, sino, la imagen en todo su contexto. Pero tú no lo entenderías nunca. Elvio se siente dolido, y se genera un silencio durante el cual masculla una bronca que estalla de pronto, se levanta con evidentes intenciones de golpear a Carina. Sus dolores le impiden moverse con facilidad y vuelve a sentarse.
ELVIO: Me tratas de ignorante… te crees intelectual hablando de una historia que a nadie le importa.
CARINA: ¡No te trato de ignorante! No lo entenderías nunca simplemente porque no puedes aceptar nada de lo que yo hago. Todo lo que me hace feliz, es una mortificación para ti. Y eso es porque ya no puedes hacerlo tú. Y esa frustración cae sobre mí, pero eres el único responsable de tu negación a brindarme “algunos” momentos de felicidad.
ELVIO: ¿Piensas que no puedo?
CARINA: Pienso que no te lo permites.
ELVIO: Ven, arrímate a mí.
CARINA: No. No hagamos peor esta situación.
ELVIO: Por favor ven. Acaríciame.
CARINA: Elvio, por favor…
ELVIO: Un grito seco, firme, drástico. ¡¡Que vengas!! El apagón es tan seco, tan firme, y tan drástico como el grito de Elvio. Tercer Cuadro Tres meses después De ritmo muy lento. El diálogo es como un duelo de vanidades. A Elvio se lo verá como a un ser resignado, sin resistencia. Carina, es una sombra con la última decisión ya tomada. Elvio está sentado de cara al público. A su lado hay un andador-bastón. La enfermedad ha avanzado y necesita del aparato para poder moverse. Detrás de él está parada Carina, tiene la mirada fija sobre Elvio. En su mano izquierda tiene una botella de vino. Su mano derecha se abre y se cierra constantemente. Se la ve aturdida. La luz está notablemente centrada en ellos. Sobre la mesa está la notebook de Elvio, desde donde se escucha el último párrafo del mismo parlamento de José Mujica, y tal cual sucedió al comienzo, Elvio repite los dichos del ex presidente. Elvio-Mujica: “…la única cosa que no se puede comprar es la vida. La vida se gasta. Y es miserable gastar la vida, para perder libertad”. La reproducción se detiene, pero Elvio repite un par de veces la última frase.
ELVIO: La vida se gasta… y es miserable gastar la vida, para perder la libertad… es miserable gastar la vida, para perder la libertad… la felicidad está dentro tuyo… la vida se gasta…
CARINA: La dignidad es como la sangre… si tu cuerpo pierde su sangre, muere. Si tú pierdes la dignidad, también mueres. No muere tu cuerpo, mueres tú, porque ya no te sirve de nada seguir viviendo. Pausa
ELVIO: Esta mañana Marito no cantó.
CARINA: Ya no va a cantar más. Los pájaros también tienen dignidad. El se dejó morir porque ya no soportó más el encierro.
ELVIO: Marito estaba feliz, cantaba todos los días. Pausa. Adoraba escuchar su canto. El siempre me respondía con una canción diferente.
CARINA: Tal vez solo cantaba para hacerte feliz a ti. Quizás quería llegar a tu alma… o a tus fibras. Y entendió que ya su canto tampoco servía de nada.
ELVIO: Tenía melodía y el ritmo justo. Cantaba con distinción y elegancia. Provocaba un placer excitante, sentías una caricia sonora que corría por todo el cuerpo.
CARINA: Cuestión de sensaciones. Esas mismas que agitan mi sangre en cada pincelada sobre este lienzo. Señala la pintura “La Muerte de Marat”.
ELVIO: Las odiosas comparaciones.
CARINA: Dignidad… el cuerpo aguanta, resiste, herido, sana una vez, y otra vez, y otra vez. Las heridas se cierran a los ojos, pero por dentro van quemando, invisibles, arden por siempre, y el ardor va secando, irremediablemente.
ELVIO: Y mientras tanto los huesos se van quebrando. Y cuando el cuerpo es joven duelen más. Se siente el crujido y la carne sufre el rasguño del hueso roto. Por eso la muerte es bienvenida casi siempre.
CARINA: Por demasiadas razones.
ELVIO: Marito se dio cuenta a tiempo. Antes de que el cuerpo sufriera y doliera el alma, se dejó ir. La sabia decisión de la especie. Nosotros no somos sabios, pretendemos resistir a pesar del tiempo, a pesar de la agonía. A pesar del cuerpo gastado, insistimos con seguir hasta encontrar algún lugar calmo, un sitio donde la muerte nos encuentre dormidos, sin dolor, sin miedo.
CARINA: Cobardía… ni siquiera es miedo. El miedo es honroso, tiene su precio. El miedo nos hace indecisos si, pero al tiempo nos fortalece. En cambio, la cobardía nos destruye, nos ahoga en océanos de certezas. El cobarde pretende escapar de la muerte y lo único que consigue es prolongar la agonía, el sufrimiento. La muerte llega igual. Siempre llega igual.
ELVIO: Te amé, Carina. Y te volvería a amar.
CARINA: Pudiste amarme, tuviste tu oportunidad. Esperé durante muchos años que tu amor llegara, que fuera sincero, pulcro, sagrado. Y lo único que creció fue tu dolor… y mi dolor… Lentamente las figuras de Carina y Elvio se van apagando y la imagen de la pintura “La Muerte de Marat”, ya finalizada, se va iluminando.
ELVIO: Mi cuerpo… ya no puedo más. Aunque quiero resistir para satisfacerte. Si pudiera complacerte solo una vez más, o como lo hice mientras me has permitido hacerlo. Quisiera amarte, quisiera sentirte mía, como antes. Quisiera hacerte feliz.
CARINA: Lo harás. Tu cuerpo me hará feliz, tu respiración me hará llorar, tu sangre… me hará temblar… ELVIO: Seré una sombra en tu vida, no lo olvides. Porque pesaré demasiado. Necesitarás demasiada fuerza para cargar conmigo. Oscuro Cuarto Cuadro En el centro de la escena está Carina, sentada en una silla de hierro, fría, ella también, fría, tensa y segura. Solo un contraluz.
CARINA: No pudo más. No podía con su cuerpo… mucho menos podría con su vida. Triste fue que mientras pudo atropelló contra lo que no debía. Abusó. Una y otra vez. Nunca se cansó de hacerlo. Ejerció el poder de la palabra y la fuerza de su carácter. Consiguió torcer las convicciones más férreas, las pasiones más sanguíneas, la fe, los corazones de tantos y de tan pocos al final… porque ni siquiera engendró. Pudo hacerlo, pero el engendro quitaría su fuerza, debilitaría su virtud, y lo quitó de su camino, no fue una opción para él, aunque pareciese un deseo. Acabó con todo lo que se cruzó en su camino y yo no podía permitir que lo siguiera haciendo. La historia no miente, acabaría conmigo también. Así, en cambio, no provocará más dolor. Tampoco padecerá más su propio infierno. Pausa. Ni siquiera sangró… al menos no sentí el calor de su sangre brotando, no me hizo temblar. Fue rápido. Creo que me estaba esperando… como a su peor enemigo. Cómo quién espera el final. Usted, ¿espera el final? Final oscuro
ggallego@30deagosto.com.ar
[ad_2]